jueves, julio 06, 2006

Myles Mendax o el caso del hombre invisible

Capitulo V
Myles Mendax o el caso del hombre invisible



parker5


El pasillo estaba oscuro y silencioso, era tan largo que no se veía el final y de noche, cuando toda la escuela estaba dormida y en silencio daba pavor cruzarlo pero si tenías que ir a los lavabos no te quedaba otra opción. Sally tomo aire y pensó que en el fondo de día también daba miedo, toda esa maldita institución lo daba. El encuentro con Joyce Willis en el lavabo casi la mata del susto, pero respiró tranquila porque al menos ahora no tendría que atravesar el pasillo sola. Sally entró en el lavabo y se bajo la ropa interior, Joyce abrió la puerta y la miró, antes de que Sally pudiese decirle nada Joyce le pegó un puñetazo que le rompió la nariz. Con toda la cara dolorida y en el suelo Sally no pudo defenderse de Joyce que le estaba haciendo eso que Miranda le había dicho que había visto hacer a su hermana mayor y le dolía y quería que Joyce parara...
Joyce fue expulsada pero la misma noche de su expulsión el Padre Robertson le hizo lo mismo a Samantha Pickett y a la noche siguiente fue Sylvia James quien se lo hizo a Miranda. Lo curioso empezaba a ser que en todos los casos, habían testigos que identificaban a los agresores en otros lugares. Cuado la leyenda sobre el fantasma empezó a correr de verdad fue cuando Laura Ryder afirmaba que Julianne Sommers le obligó a practicarle una felación, posteriores informes médicos confirmaron que Julianne Sommers nunca había tenido pene y que por tanto de ninguna manera pudo tener el pene que Laura Ryder afirmo que había sido obligada a chupar. La propia iglesia decidió tomar cartas en el asunto enviando al Pater Hail, el brazo armado de Dios y especialista en combatir el mal allí donde la fe no basta. O al menos eso reza el marketing del Vaticano. Cuando Hail llego se encontró con un ambiente infernal, las chicas tenían miedo unas de otras y se evitaban temiendo que sus amigas fuesen poseídas y les hicieran algo. Pese a esta medida tres casos más habían ocurrido. Pero Hail no creía en la posesión, ya había vivido posesiones y sabía que esto no era una de ellas.
El Pater se acostó en la habitación del destituido Padre Robertson y se puso a dormir, seguramente una medida temeraria para alguien que pretende defender a un grupo de niñas de entre diez y dieciséis años de ser violadas por un demonio. Hail sabía que la solución le llegaría en sus sueños, a lo largo de sus cuarenta años y desde que tuvo el accidente a los diecinueve, cuando cambio y se convirtió en un arma del Señor, siempre había sido en sus sueños donde iba un paso por delante. Cerro los ojos y se visualizó a si mismo en una sala negra y vacía, tomo aire y extendió los brazos, si algo iba a pasar pasaría antes en su cabeza que en la realidad, entonces tendría apenas unos minutos para llegar al lugar del problema. Por suerte aun conservaba una excelente forma física.
Y llegó, la habitación de Anna Scott, tercer piso. Hail se levanto y salio disparado hacia el tercer piso. Llegó al hueco de la escalera y se concentró en que su telekinesis lo impulsara hacia arriba, un truquillo que aprendió de sus tiempos de superhéroe. Se agarro a la barandilla y vio como el demonio entraba en la habitacion y tenia su forma. Ni siquiera había entrado en la habitación y ya había lanzado al impostor contra una de las paredes usando toda la fuerza que su mente le permitía. Sal de aquí, le gritó a Anna y cerró la puerta con un parpadeo. El demonio lo miraba a los ojos, amenazante. No se quien eres pero no eres un demonio, puedo sentirlo en mi nuca, puedo sentir cosas como estas, ¿quien eres? grito Hail mientras los muebles temblaban como un terremoto al compás de sus palabras. Pero el demonio no hablaba. Hail esbozo una sonrisa, era un hombre de Dios, creyente y bueno pero sabia perfectamente que los limites están a veces en terrenos llenos de bruma. Se concentro en el corazón, se concentro en agarrarlo con la mano y en apretarlo. Sabía que le iba a doler y que iba a ser mas fácil que si simplemente presionara la arteria carótida con sus poderes, eso le mataría, Hail no quería matarlo, solo que le doliera. Y le dolió, tanto que su cara se deshizo, daba la impresión de que la piel le fuese a gotear. Hail no se equivocaba, no era un demonio, solo era un hombre que se creía un dios.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joer, mientras leía esto ha entrado uno en al despacho y CASI ME DA ALGO!!!

Peibols dijo...

Ay! este cambio de protagonista...
Que sin vivir!

Muy grande

Anónimo dijo...

no tenia pene?
corazon en la mano
su cara se deshizo!!!!